El siglo pasado fui artesano. Era una forma práctica de poder viajar sin dinero, pero la verdad es que desde niño soy una persona inquieta y creativa, y siempre me gustaron las manualidades; así que, al hacerme artesano e intentar sobrevivir de ello, en realidad yo solo estaba echando mano de un recurso que tenía y me agradaba. Con el tiempo, el contacto con las letras me absorbió y dejé las manualidades de lado, ejercitándola solo en el mantenimiento del hogar.
Pero el alejamiento no podría durar para siempre, así que empecé a martillar cobre. Mi idea fue hacer señaladores de libros. He hecho muchos, que regalé a innúmeros amigos, y son también la mayor parte de las decenas que uso.
![Foto de dez marcadores de cobre sem terminar](http://descripta.com.br/wp-content/uploads/2020/06/Marcadores-blog-1024x768.jpg)
Hacerlos es placentero. Lo que me atrae es la alquimia de la transformación del material, que consigo por medio el corte, el martillado, el repujado, lijado, soldadura y otros procesos. También el grafismo y el diseño. Y, ciertamente, ejercer la creatividad, desafiarme a lograr hacer cosas que no sé hacer, descubrir e inventar técnicas y medios para hacer lo que imaginé, es algo que me motiva de una forma que no sé explicar. Después de terminada la pieza de cobre, la elección de cordones o cintas, las piedras, semillas, mostacillas y demás objetos, la composición de un todo armónico y útil, pensando en darles colores distintos para señalar páginas distintas, el largo para ediciones de formatos específicos… Todo tiene un aspecto lúdico y meditativo al mismo tiempo. Y el placer dura cuando, después de terminar, veo la pieza y me gusta, y puedo regalarla para que siga su camino con alguien que estimo.
![Três marcadores de cobre prontos](http://descripta.com.br/wp-content/uploads/2020/06/Marcadores-2017-12-843x1024.jpg)